No nos lo podíamos perder. Así que desafiando a la fea mañana que amaneció en Bilbao nos marchamos al BEC a disfrutar de uno de lo mayores placeres que existen: un buen bocado.
Quesos, vinos, cervezas artesanas, sidras, patés, carnes, panes, dulces, tomates, marisco, conservas de pescado, aceites, sales, cafés, mojamas y todo aquello que compartido en buen ambiente crea momentos inolvidables.
Porque yo confieso, que de aquel pueblo costero no recuerdo el nombre, ni recuerdo la catedral de no sé que ciudad. Pero sí recuerdo que para mariscos ricos, en casa Pepe ¡ah, sí Freixo! y que para marrones glacé, los que comí en Santiago, justo enfrente de la casa de Troya.