La pobre Olga, qué mal rato pasó. El sábado por la mañana, a eso de las diez y poco, entraron unos malos malosos y le robaron.
La lencería está justo enfrente de nuestra tienda, vamos, que a no ser que en ese momento pase el autobús delante lo que veo desde mi mostrador es la lencería de Olga.
Por lo que me ha contado Olga, el miércoles pasado acudieron unas personas para ver si tenía prendas de otras temporadas para vender baratas, trajes de baño y así .
Ella, como es lógico, les dijo que se lo podía preparar, y quedaron en pasarse el sábado por la mañana a verlo y a ver si llegaban a un acuerdo en cuanto a lo económico.
Así pues, Olga les preparó un par de cajas enormes con prendas de fuera de temporada (pero de buenas marcas y calidad). Cuando llegaron los supuestos compradores, cinco, le sacaron una navaja, la metieron en un pequeño cuarto que tiene, donde hace arreglos, y se llevaron TODO lo que les dio la gana. Ninguno de los vecinos, ni de los peatones nos dimos cuenta de nada. A ella, aparte del mal rato, no le hicieron nada. Pero, pobre, qué ataque de ansiedad y qué mal rato le hicieron pasar. Lo robado imagino que lo cubrirá el seguro, pero el mal trago tardará mucho en olvidarlo.
Qué cara de memos se nos quedó y qué impotencia sentimos los que la rodeamos por no percatarnos de nada. Habrá que estar más atentos.
Sería bueno, que para estos comercios, atendidos por una sola persona que se planteasen algún sistema de timbre que avise al vecino más cercano para ocasiones como estas. Uno o dos timbres en distintos lugares del comercio y que al pulsarlo el vecino reciba la señal de alarma. Digo yo, vamos, que decir es gratis.