otra noche no había manera de dormirme, a las doce y media miraba con desesperación el reloj que sonaría sí o sí a las 4 de la mañana. Mi marido estaba preocupado y yo no me atrevía a decirle el porqué, pero no dejaba de darle vueltas a este asunto:
En el sector de la alimentación fresca los precios de los productos, la variedad y la calidad varían a diario. En una caja de, pongamos como ejemplo, pimientos vienen pimientos rojos, entreverados, lisos, retorcidos, grandes, pequeños, buenos y malos.
Los malos, es la norma de la casa, se retiran directamente de la venta al público. Si se pueden aprovechar, que aveces es cuestión de poco daño nos los llevamos cualquiera de las personas que trabajamos en la tienda. Pero claro, los demás hay que venderlos y no se trata de yogures estuchados con 125g de peso de un determinado sabor. Son artículos únicos, irrepetibles.
Cuando yo hago la compra en el merca, evidentemente, procuro que los pimientos sean los más bonitos, lisos, hermosos y sanos (esto sobre todo) que encuentro, teniendo en cuenta el precio regido siempre en base a calidad, oferta y demanda.
Lo mismo pasa con las lechugas, en una caja vienen 6 lechugas y cada una es distinta a otra ¿no?. En época de abundancia de lechugas éstas bajan de precio y suben de tamaño, pudiendo verse ofertas de eso de: 3 Lechugas (ENORMES) 0.60ctm. En tiempo de escased, suele pasar que el producto es de inferior tamaño y encima sube el precio, por ejemplo 1 lechuga (que da verguenza, cuatro hojas) 1€.
Yo suelo ser muy dada al:»No hay…» como respuesta a un cliente que me pide en la tienda algo que a mi no me ha gustado para comprar en el merca, aunque hay artículos de los que no se pueda decir esto como patatas, lechugas, naranjas… y me toca cobrar mucho por algo que da verguenza vender, en raras ocasiones, pero pasa.
Pues bien, ayer me encontré con un ex. Un ex cliente, que dejó de serlo por una lechuga. Un cliente de años y años y al que un buen día me tocó darle una de esas lechugas miniaturas que me vi obligada a traer, por no haber otra cosa en el mercado y cobrarle un dinero por ella. No protestó, me contó su porqué ayer, simplemente desapareció.
¿Te das cuenta? Cuando damos, como hoy por ejemplo 2 lechugas hermosas 1€ no pasa nada y tanto el cliente como yo quedamos contentos. Pero hay épocas en que una caja de lechugas en el merca vale 6 euros. ¿Hacemos cuentas?
1 caja de lechugas 6 euros + 4,5% de Iva+R.E sale la caja a 6.27 euros y la unidad a 1,045
A este precio de compra hay que añadir el coste que por abrir la persiana cada día yo asumo, los gastos fijos, pongamos un ¿5%? (Gasolina, luz agua teléfono, sueldos, seguros, impuestos, paquetaje…. ) lo que la pone a 1,10 € y pretendo sacar alguna ganancia ¿0,10 ctm? Bien, pues el precio de venta sería de 1, 15 euros.
El caso es que empecé a darle vueltas y vueltas al asunto. Perder un cliente fijo por 10 céntimos de benficio, incluso si no hubiese ese beneficio, si la lechuga es pequeña yo no puedo añadir hojas ¿O decir no hay lechugas?
Son la oferta y la demanda (abundancia o escased) las que marcan el precio de los artículos, no el vendedor. Como vendedora lo único que puedo hacer es tratar de primero: abastecer al cliente y segundo tratar de traer el mejor género posible al mejor precio, si no lo hay yo no lo puedo pintar.
Pero aún ando dándole vueltas a la puñetera lechuga y al cliente que me hizo perder.
Manuela: yo estoy en el negocio de la ropa y la cosa es más o menos igual que en el rubro en el cual te manejas con las hortalizas y etcéteras.
Nosotros somos fabricantes de ropa femenina y a veces, la materia prima que nos llega (de a rollos de muchos kilos), no es la que, por ejemplo, nos había sido proveído en la camada anterior para hacer el mismo artículo.
Quedan 3 alternativas:
1)devolver la pieza y pedir el dinero y quedarnos sin producir y ergo, sin vender.
2)Devolver la pieza de tela y pedir que nos manden la calidad que habíamos solicitado. Esto demora inmensamente la producción y, cuando tenemos lo pedido ya pasó la temporada y nos metemos la mercadería en los lugares más bajos del cuerpo humano.
3)Fabricamos de todos modos con lo que hay, para no perder tiempo ni ventas.
En este último caso, hay 2 alternativas:
1)vender el producto haciéndonos los giles y esperar a ver si el cliente viene a quejarse o se “come” el fiasco.
2)Explicarle al cliente qué sucedió y darle a legir qué quiere hacer, si llevarla de todos modos o no comprar por las dudas.
Si elige lo primero, es él quien repite las 2 alternativas anteriores con sus clientes, quienes son los consumidores finales.
El tema de la calidad y el precio es un problema sin solución de continuidad.
Las prendas también se ven, Manuela! El problema, es que, cuando la materia prima es de mala calidad, se achican, se estiran, se detiñen cuando se lavan y perdes clientes ganando enemigos!
Cuando sucede, da vergüenza cobrarlos porque uno sabe lo que va a suceder con la mercadería.
Pero bueh!
Juer, yo no sé cómo va lo de las telas, pero el producto aquí lo tienen a la vista… ¡es que se ve! tanto el producto como el hermoso cartel con el precio.